Fuente: TELAM
A los 98 años, concentrada en la soledad y la religión, aquella
anciana de carácter difícil estaba muy lejos ya del personaje de
arrabalera que había construido para el público que la amaba en
el cine, el teatro y, posteriormente, la TV.
Por decisión de sus familiares y amigos no se realizó velatorio,
pero se recuerda que el paso de sus restos por la iglesia de San
Pedro Telmo, en Humberto I y Balcarce, transformó el lugar en un
atolladero a causa de los miles de personas que habían
concurrido para rendirle homenaje.
Nacida el 11 de octubre de 1904 en un conventillo del barrio de
San Telmo, Laura Ana Merello -tal su verdadero nombre- tuvo una
niñez dura, que la llevó a trabajar desde los 10 años, hasta que
inició su carrera artística en la segunda década del siglo en
los teatros de revista.
Se dice que había debutado en la compañía de Rosita Rodrigo -que
presentaba en el teatro Avenida "Las vírgenes de Teresa", una
seguidilla de números cómicos y musicales picarescos- y que fue
abucheada al entonar una canción.
Luego trabajó en locales de la calle 25 de Mayo, donde era
figura Florencio Parravicini y muchas artistas mujeres evitaban
porque era una zona poco recomendable, entre antros de
prostitución y marineros que llegaban desde Puerto Nuevo.
Frontal en su trato y dueña de una personalidad desbordante, se
convirtió con el tiempo, a fuerza de sufrimiento, trabajo,
talento y voluntad, en una artista muy respetada y querida y en
un símbolo de la mujer moderna de su tiempo, independiente y
comprometida con las circunstancias sociales que le tocaron
vivir.
"Me costó trabajo aprender a vivir, pero aprendí a leer y a
pensar por mi cuenta; si fuera verdad que la inteligencia se
desarrolla mejor cuando encuentra resistencia, yo tendría que
ser la mujer más inteligente del mundo -decía con ironía-, fui
resistida y resistente."
Ya consagrada en la calle Corrientes, grabó su primer tango en
1929 y luego otros en los que cantó acompañada por la orquesta
de Francisco Canaro. Fue autora de la letra de "Llamarada
pasional", con música de Héctor Stamponi, y de "Decime Dios,
dónde estás", musicalizada por Manuel Sucher.
Participó en el que por mucho tiempo se consideró el primer
largometraje sonoro del cine argentino, "Tango", de Luis José
Moglia Barth, en 1933, justamente en el que debutaba un joven
llamado Luis Sandrini, el hombre que iba a ser el amor de su
vida.
Tita había sido, por oportunidades y decisión propia, una mujer
de muchos amores, pero la llegada de Sandrini a su vida marcó un
antes y un después: la pareja apareció en cuanta revista de
chismes había durante casi 20 años y hasta que la actriz Malvina
Pastorino irrumpió ante el cómico.
Actuó luego en "La fuga", "La historia del tango", "Morir en su
ley", "Filomena Marturano", y "Arrabalera", en la que sobre una
obra de Samuel Eichelbaum inmortalizó su frase cantada "Soy
Felisa Roverano, tanto gusto, no hay de qué".
Entre otros títulos rodó "Los isleros", "Guacho" y "Mercado de
Abasto", todas de Lucas Demare, "Para vestir santos", de
Leopoldo Torre Nilsson, "La morocha" y "Amorina", ambas de Hugo
del Carril, y "Los hipócritas", una de sus tantas colaboraciones
con Enrique Carreras.
Caída en desgracia por su adhesión al Peronismo a partir del
golpe de Estado de 1955, entró en una profunda depresión y se
dice que pensó en el suicidio, pero la intervención de su amigo
Hugo del Carril sirvió para que poco a poco resurgiera de sus
cenizas.
Ya mayor, era una severa consejera televisiva que urgía a las
jóvenes para que se hicieran un papanicolau y periódicas
revisiones de senos para la detección temprana de un posible
cáncer, algo que sólo ella podía hacer en la timorata TV de
entonces.
Casi centenaria, la llamada "Tita del Pueblo" o "Tita de Buenos
Aires", se había refugiado en una habitación de la Fundación
Favaloro, donde su titular era su protector y guía, pero la
muerte del profesional fue un golpe demasiado fuerte para ella.
Los médicos se habían alegrado de que Tita llegase a los 98 "sin
enfermedades, más allá de las típicas dolencias de la edad",
pero el tiempo pasa para todos y aquella mujer, que a muchos les
sonaba eterna, no tuvo más remedio que emprender el último
viaje.
(Fuente: TELAM)