(4/08/2014)
Entrevista de Gonzalo Alonso al director:
Acabás de estrenar en teatro El corazón del incauto, un
melodrama rural con un triángulo amoroso muy especial. ¿Qué te
llevó a querer dirigir este texto de Franzen – Suárez?
Creo que lo decisivo fue recuperar el paisaje de mi infancia.
Aunque nací en Capital, más precisamente en Recoleta, me crié en
un humilde pueblo de la provincia de Santiago del Estero, donde
se conocieron mis padres. No tenía nombre, incluso creo que ya
no existe porque la ruta 9 se corrió y lo dejo aislado. Le
decían “El 49” porque era la cantidad de kilómetros que mediaba
hasta la única ciudad próxima, en el límite entre el sur de la
provincia y el norte de Córdoba. Papá era el peón de una
estancia situada en ese lugar. Se conocieron cuando mamá se
inició en la docencia, precisamente en la única escuela donde
luego cursé la primaria. Lo que sucedía es que como mi madre no
tenía con quien dejarme, me llevaba a las clases y eso hizo, tal
vez, que aprendiera a leer cuando apenas tenía tres años. Ella
era una muy buena lectora y sus hermanas mayores le hacían
llegar encomiendas con libros. Por eso, mis primeros textos
abarcaron todo tipo de género.
Esto lo menciono porque significó un enorme contraste
existencial desde el inicio y marcó mi vida: en la literatura el
mundo era amplio, fascinante, colorido, exuberante; en cambio,
aquel entorno, todo lo contrario.
Cerca estaban las salinas y había un arbusto espinoso, las
jarillas, que no crecía más de dos metros, pero sí de manera
abundante, lo cual entorpecía la visión del horizonte, el clima
era demasiado seco, casi desértico, y todo el año hacía mucho
calor durante el día e intenso frío a la noche. La única
comunicación con los ámbitos urbanos de sendas provincias,
Santiago o Córdoba, era la ruta.
Mi padre fue hijo natural de un italiano y mi bisabuela paterna,
la menor de trece hermanos, hija de un vasco y una india, a
quien llegué a conocer y que vivió hasta casi los 100 años. De
modo que en el pueblo casi todos llevaban el apellido Ullúa y,
por un lado u otro, éramos parientes.
Sin embargo, se aunaban en un estilo de vida austero, parco,
riguroso. Había vestigios ancestrales en sus costumbres, por
ejemplo, mi madre me contó que tuvo que lidiar con la familia de
mi padre porque en su casamiento pretendían que los hombres
comieran primero y luego, sobre la mismas mesas, sin limpiar,
las mujeres y niños.
Cuando llegó a mis manos “El corazón del incauto” esa atmosfera
volvió a revivir intacta en mi memoria. Las casas aisladas unas
de otras, los perros durmiendo afuera y en estado de alerta, el
corral con los animales, las huertas, el trato limitado de
palabras, etc.
Pero también un mundo prohibido: el de la chica que había
parido, a escondidas, entre las gallinas; los amores entre
parientes; la homosexualidad masculina latente en los juegos
corporales; los deseos reprimidos; la violencia de género.
¿Cómo fue el casting de El corazón … conocías ya a alguno de
los actores? ¿Habías trabajado con ellos previamente? ¿Sos de
esos directores que se manejan con su grupo de actores y a ellos
recurren cuando arman nuevos proyectos?
No hice ningún casting, más bien uno pero mental. Además de
conocerlos desde hace muchos años como personas, tanto a
Georgina Rey, Mariano Mazzei y Martín Urbaneja, los admiraba
como actores, sin reservas. Vi muchos de sus trabajos y siempre
me conmovían porque tienen la habilidad de crear personajes y no
hacer fotocopias de uno estereotipado que deambula de obra en
obra. Sencillamente, me pregunte ¿quiénes me gustaría que
hicieran esta obra?, pensé en ellos, los llame, leyeron el
material y para mi alegría aceptaron. Y no sólo participar sino
asumir el compromiso de optar por un estilo interpretativo que
exige enorme convicción interna y al mismo tiempo tiene aristas
riesgosas si no lo haces honestamente, como es caso del
melodrama.
Hoy me siento un privilegiado, ya en los ensayos me costaba
tomar una distancia objetiva de sus trabajos porque me dejaba
llevar por el deleite de ver esa capacidad camaleónica en
escena. Y eso que cada uno tiene abordajes y miradas sobre como
cincelar al personaje, de manera muy distinta entre sí. Sin
embargo, se aúnan en la visceralidad, el salto al abismo y una
entrega brutal. De verdad, siento que ellos hacen que el arte de
actuar se transforme en poesía. Llegan a lugares emotivos y
proponen tantos matices que esperaba cada encuentro como si
fuera el espectador de un concierto de talentos. O como si
vieran animales heridos desangrarse en escena.
No soy de armar un grupo de actores, creo que cada material
implica repensar muy bien a quienes corresponde los roles
adecuados. Trabaje en teatro dos veces con Alejo Ortiz y
volvería hacerlo cuantas veces pudiera. En este momento, si me
dicen que están o puedo insertarlos, no dudo un instante en
volver a llamar y trabajar con Georgina, Mariano y Martín, así
fuera teatro leído o semimontado. Son la sangre nueva que lleva
la impronta de los grandes intérpretes de la escena nacional que
vamos perdiendo, cualquier colega se sentiría halago de reunir
este elenco. Ahora me toca en suerte a mí y estoy muy feliz y
agradecido.
Escribiste, ideaste y dirigiste Judy un musical que llegó al
Off Broadway. ¿Cómo fue esa experiencia para vos? Digo, siendo
argentino llevarles a los norteamericanos a Judy Garland nada
menos, no debe de haber sido fácil.
En principio, sentí que era como vender café a Colombia o algo
por estilo. Pero el productor Juan Chemes a cargo de Tilt
Corporation que produjo la obra allá y en Dublín, me ayudo
muchísimo, fue extremadamente generoso en todo sentido y no
tengo más que gratitud por su accionar. También contaba con el
argentino Gustavo Wons que vive la mitad del año allá y la otra
acá, quien montó las coreografías de la versión porteña y el
recreó en NY.
Lo concreto es que allá nada está atravesado por el
sentimentalismo ni la susceptibilidad, se trabaja y cobra por
eso. La gente está muy formada (todos leían música) y
acostumbrada a seguir las directivas que se le exigen sin
cuestionarlas. Eso sí, después nada de ir a tomar algo o cenar
juntos, ni ahondar demasiado en la vida privada de nadie. Los
terrenos no se mezclan ni confunden.
Esa distancia no está mal, es un estilo diferente que uno debe
saber aceptar y respetar. Cuando allá le decís a alguien “eso no
me convence” o “lo hiciste mal” o “probá cualquier otra cosa”,
no brotan quejas, ves enojos, oís la amenaza de la denuncia en
actores por maltrato, o irrumpe el llamado para tomar un café y
hablar. Los roles están definidos y aceptados de entrada y nadie
se involucrada en contiendas. Es trabajo, punto.
De todos modos, cuando con ese mismo elenco convivimos 12 días
en Dublin, parecíamos una familia argentina de vacaciones, desde
el desayuno, las funciones, las excursiones, hasta los tragos
posteriores a la cena, estábamos juntos todo el tiempo. Y fueron
muy protectores conmigo. Imaginate que no pude decir una sola
palabra en español rodeado de norteamericanos e irlandeses, y
tanto el equipo americano como los huéspedes me mimaron como a
un chico.
New York fue fascinante por estar durante un mes y medio
habitando y trabajando en esa ciudad maravillosa, una de las más
vibrantes del planeta. En otro forma, Dublin me sedujo por su
desbordante cultura y la cordialidad de la gente. Estoy seguro
que volveré a ambas.
Estás dirigiendo también una obra que debe de tener mucho
peso sentimental para tu vida, Nosotros, los amantes. En la obra
imaginás una nueva historia para tus padres fallecidos. ¿Te
gusta mucho el melodrama? Contanos algo de la obra.
El melodrama forma parte de nuestra vida cotidiana. Podras ser
bastardeado pero la ferocidad en la que vivimos y lo que sucede
en todo el mundo nos revela que el hombre apenas tiene un barniz
de cultura. Basta una provocación para que emerjan nuestros
instintos más salvajes y primarios.
En “Nosotros...los amantes”, la trama muestra a un maduro autor
y director teatral (yo) que decide darles una nueva vida
ficcional a sus padres recientemente fallecidos: una maestra
rural y un obrero santiagueños, pero a través del lenguaje del
teatro musical. Para lo cual no duda en corporizarlos sobre el
escenario, recuperar fragmentos del anecdotario íntimo de su
infancia, materializar la imagen de la muerte, el amor, la
pasión y la música, así como también situarse a sí mismo como
relator. En pos de lograrlo, rescata y agrupa un repertorio de
canciones populares románticas de diversos orígenes. Cantadas en
sus idiomas originales, abarcan desde las décadas del ’20 al ’70
del siglo pasado, con melodías de Brel, Manzi, Poulenc,
Vinicius, Aznavour, Gardel, etc. y el tema inagotable que las
une es el amor. Volcadas en versiones solistas, a dúo, corales e
instrumentales, se enmarcan en un continuo dispositivo
coreográfico, con una trama que apela a un universo onírico,
vibrante y emotivo.
La propuesta está protagonizada por reconocidos interpretes del
musical vernáculo: los ya consagrados Christian Giménez, Magali
Sánchez Alleno, Sebastián Holz y Daniela Pantano, acompañados
por jóvenes exponentes como Natalia Volonnino, Marcos Rauch,
Julieta Gonçalves, Santiago Ibarra, Fernanda Vallejo, entre
otros. Asimismo, reúne un experimentado y premiado equipo
creativo y de producción conformado por la escenógrafa Magali
Acha, el músico, arreglador, preparador vocal y pianista en vivo
Hernán Matorra, el coreógrafo Alejandro Ibarra y el productor
ejecutivo Roni Isola, creador de Siete Colores Producciones.
Lo enunciado se traduce en elocuentes arreglos musicales y
vocales, múltiples e imaginativas variantes de la danza, el
entrañable soporte argumental y cuidado estético. Ofrecerá una
breve temporada de doce únicas funciones, durante los fines de
semana del mes de agosto, en el bello teatro 25 de Mayo de Villa
Urquiza.
¿Te sentís más cómodo dirigiendo textos de otros o de tu
propia autoría?
Me siento cómodo dirigiendo. Cuando decidí ser director teatral,
recién a los 29 años, y abandonar la carrera de Letras en la UBA,
pensé que lo mejor era antes formarme en lo que luego iba a
demandar en los intérpretes. Tuve grandes maestras en actuación
como Laura Yusem y Alejandra Boero, y en dirección a Jaime Kogan.
En verdad las creaciones propias están ligadas al teatro musical
donde aflora mis costados más íntimos y en las obras de texto de
contemporáneos a clásicos, Gorostiza, Zangaro, Tantanian,
Suárez, Giacometto hasta Euripides o Racine, siempre hay algo
personal en juego.
Lo único que me cuesta retomar es la energía diplomática para
reinsentarme en el ambiente lirico, donde creo haber hechos muy
buenas puestas de óperas de Bellini, Haendel, Haydn o
Charpentier, pero eso demanda mas relaciones publicas que otra
cosa y mi foco está en otro lado.
Pero no me quejo, cumplí 50 años y pude dirigir aquí y afuera,
en el circuito comercial, oficial y alternativo, la única deuda
pendiente es el Colón. Ya llegará.
Ficha técnico artística
Autoría:Sandra Franzen, Patricia Suárez
Actúan:Mariano Mazzei, Georgina Rey, Martín Urbaneja
Diseño de vestuario:Marina Apolonio
Diseño de escenografía:Magali Acha
Diseño de luces:Magali Acha
Música original:Mauro Garcia Barbe
Banda de sonido:Mauro Garcia Barbe
Diseño gráfico:Lucila Gejtman
Asistencia de escenografía:Sol Soto
Asistente de producción:Estanislao Otero Valdez
Asistencia de dirección:Moises Delgado
Producción ejecutiva:Alan Gejtman, Roni Isola, Alejandra Oroño
Puesta en escena:Alejandro Ullua
Dirección:Alejandro Ullua
Duración: 75 minutos
TEATRO HASTA TRILCE
Maza 177 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Reservas: 4862-1758
Web: https://www.hastatrilce.com.ar
Entrada: $ 100,00 - Martes - 20:30 hs - Hasta el 25/11/2014
(Gonzalo Alonso para Actoresonline.com)