Agradecemos al
periodista y productor Pablo Procopio de Editorial
Atlántida, autor de la entrevista por permitirnos
reproducirla en nuestro espacio.
La historia de Quique Estevanez –"no
me gusta que me juzguen por el paso del tiempo, por eso no
digo mi edad", se excusa– podría ser la de una de sus
telenovelas. En su recorrido hay historias de amor,
esfuerzo, trabajo y muchos éxitos.
En tiempo y espacio, el guión de su vida empieza cuando sus
padres llegan de España. En aquellos lejanos capítulos
podríamos verlo jugar por las calles de Parque Centenario
con sus cinco hermanos. "Desde chico estoy acostumbrado a
moverme en familia de un lado para otro. Para mí, la vida
siempre fue un gran desafío. A todo le puse la misma
energía. Lo hago a pleno y apuesto a que salga bien",
asegura.
-¿Cómo fue su adultez?
-"Hice de todo; siempre fui un buscavidas. Tuve una cadena
de verdulerías y después puse un taller de chapa y pintura
por San Cristóbal", recuerda.
-¿Cómo llegó al mundo del
espectáculo?
-"¡De casualidad! En el '77 le arreglaba el auto a un actor.
Un día se lo tenía que llevar al laburo y me invitaron a
participar de una fotonovela. Así empecé. Participé en
varias. Después llegaron varios bolos… Así, poco a poco, fui
dejando los autos por la actuación…".
Hasta que llegó la producción: "Ese fue el gran momento. En
los 80' me ofrecieron el teatro Provincial de Mar del Plata
para el verano. Con Enrique García Fuente, entonces gerente
de Programación de Canal 13, armamos QQ Producciones. Le
pusimos así por los dos Quiques. Allá hicimos temporadas con
Jorge Porcel, Claudio García Satur, Carlos Calvo, Jorge
Guinzburg y muchos más".
–¿Cuándo se lanza a la televisión
como productor?
–A principios de los 90', cuando produje La pensión de la
Porota, con Jorge Porcel y Jorge Luz. Después hablé con
Gustavo Yankelevich y tuve los derechos de ¡Grande, pá!,
porque había trabajado como actor en Crecer con papá
(personificó al maestro de Lorena Paola). Más tarde hice
Como vos y yo, Somos familia, Los buscas, Amor en custodia,
Dulce amor…
–¿No extrañaba la actuación?
–No, para nada, porque a mí me gusta más la acción, meterme
en líos. Además, como productor me pude consolidar y generar
sucesos. Siempre aposté al éxito… Hasta jugando a la bolita
quería ganar.
–¿Cómo involucró a su familia en esta actividad?
–Empezaron ayudándome los veranos en Mar del Plata. Para
contenerlos y tenerlos cerca, los hacía trabajar conmigo en
el teatro, pero nunca pensé que Sebastián (47) y Sol (40)
iban a terminar siendo actores. Cuando hacíamos Gino (una
novela con Arnaldo André y Katja Aleman), Sebastián iba a
comprar la mercadería para armar la escenografía de la
verdulería, hasta que un día Arnaldo me dijo: "¿Por qué no
lo ponés a hacer un papelito?". Así empezó como actor. Sol
ya quería actuar a los ocho años… Su primer papel fue en Hay
fiesta en el conventillo con Porcel, en el teatro
Provincial. El Gordo la hacía pasar por el escenario todas
las noches y ella estaba feliz. En cambio Diego (46) siempre
me ayudó en la producción. Los Estevanez somos un gran
equipo pero sobre todo, buenas personas.
–¿Cómo es la relación con sus
hijos?
–Excelente. Sebastián es bueno, muy humano y sensible; Diego
es mucho más tranquilo, racional, tal como lo ves. Y Sol es
impredecible, cariñosa y generosa. Lo que más me gusta de
los tres es que se aman: no hay diferencias entre ellos. Son
buenos hermanos e hijos. Además, yo no sé qué haría si no me
moviera en familia, porque nosotros aprendimos a bancarnos
en las buenas y en las malas. Siempre intenté mantener un
perfil bajo. Aunque me gusta el éxito, mi objetivo es
trabajar para que a mis productos les vaya bien.
–¿Por qué eligió a Sebastián como protagonista de sus
últimas telenovelas?
–Se dio así. Además, no es fácil encontrar un galán… y que
tenga éxito. El tiene mucho magnetismo, y eso lo hace
diferente. Traspasa la pantalla; además es muy querido por
sus compañeros. Es muy sensible, le gusta ayudar: cuando
alguien necesita algo, él está primero. Estudió teatro
algunos años, pero no en el conservatorio. Lo suyo es más
visceral, más real.
–¿Cómo selecciona a los actores?
–Intento buscarlos lo menos conflictivos posible, porque lo
mejor que te puede pasar es trabajar diez horas en paz.
–A la hora de producir una remake
de sus historias, ¿por cuál optaría?
–Todas me gustan mucho. Pero creo que Los buscas o Dulce
amor hoy podrían volver a ser un suceso. Igual, el éxito no
depende solamente de una historia, sino de la competencia
que tengas, del elenco, del momento que se esté viviendo y
del horario. Cuando empezamos a pensar en Golpe al corazón
sentí que iba a haber química con los espectadores, porque
era lo que pasaba entre los actores y todo el equipo de
trabajo.
–Muchas de sus telenovelas tienen la palabra "amor" o
"corazón" en el título. ¿Es una cábala?
–Puede decirse que sí. La verdad, con La ley del amor,
Herencia de amor, Se dice amor, Amor en custodia y Dulce
amor me fue muy bien… El amor es el leitmotiv de cualquier
telenovela… y de la vida. Todo en la vida pasa por él. Si
uno no ama al prójimo no hay historia. Por eso Golpe al
corazón le llega tanto a la gente.
–¿Cómo es su vida cuando deja el estudio?
–Yo hace años siento que no trabajo, porque disfruto mucho
más las cosas sencillas. En el último tiempo me levanto y
agradezco a Dios poder hacer todas las cosas que hago. Me
encanta estar con mis amigos y familia, y transitar y vivir
la vida que tengo. Ultimamente me dejo sensibilizar por los
recuerdos. Ahora voy más tranquilo y disfruto mucho cada
cosa. Antes abarcaba más actividades de las que debía, era
más atropellado, ni paraba para pensar. Ahora me gusta ceder
el paso, disfrutar y recalcular.
–¿Le queda tiempo para sus nietos?
–Ellos me pueden: me encanta jugar y estar con ellos. Ser
abuelo es espectacular, me gusta disfrutarlos y malcriarlos,
compartirles mucho tiempo. Francesca (10), la hija mayor de
Sebastián, es la que creo que puede heredar toda la pasión
por la televisión. A los otros les encanta ponerse a jugar a
la pelota.
–¿Ya tiene pensado su próximo proyecto?
–Sí, seguir contando lindas historias de amor, rodeado de
mis hijos y mis nietos.
Por Pablo Procopio para Revista Gente.
Foto: Infobae