(24/08/2020)
Fuente: TELAM
El gran actor, que encarnó durante
muchos años a James Bond y que se despidió formalmente del cine en 2003 con
“La liga extraordinaria” volvió a ser noticia a principios de agosto por la
puesta a la venta de su mansión en Niza, cuya cotización bordea los 34
millones de dólares, pero más allá de la suntuosa novedad lo que importa es
que el ex espía “007” cumple 90 años el martes 25.
En ese sitio se filmaron secuencias de “Nunca digas nunca jamás” y en los
círculos más cercanos al actor se especula con que la transacción responde a
evitar posibles altercados sucesorios entre su actual mujer, Micheline
Roquebrune, y su hijo Jason Connery, fruto de su matrimonio con la fallecida
Diane Cilento.
Fuera de la anécdota, lo importante es que los astros también envejecen
aunque el público pueda tener de ellos una imagen inalterable, sobre todo
con una figura de la potencia actoral de Connery, que sumó una apostura
varonil impar a un tono de voz que no dejaba indiferente a nadie, como puede
comprobar cualquiera que lo escuche en su personaje de William von
Baskerville de “El nombre de la rosa” (1986).
Nacido como Thomas
Sean Connery en Edimburgo, Escocia, el 25 de agosto de 1930, en el seno de
una familia humilde, con padre católico y madre protestante, pensó en ser
jugador de fútbol pero desistió cuando a los 18 años llegaba a la altura de
un metro noventa y no sabía hasta cuándo iba a seguir creciendo.
Se alistó en la Marina Real Británica, de la que fue licenciado por
problemas de salud, volvió a sus orígenes y desempeñó varias tareas de
supervivencia, por su físico escultural fue modelo en una escuela de arte y
participó como secundario en una puesta del musical “South Pacific”, primero
en Edimburgo y luego en una gira por las islas británicas.
Hacia 1954 accedió al cine en pequeños papeles, hasta que tres años después
el director Cy Enfield, que lo había visto en el escenario, se obsesionó con
él y lo incluyó en su película “Hell Drivers”, en la que por primera vez
tuvo un papel de cierta relevancia.
Antes de llegar a
“El satánico Dr. No”, que es lo que interesa, hizo muchos trabajos para la
TV británica y ya en Estados Unidos actuó en “La gran aventura de Tarzán”
(1959), con Gordon Scott como el “hombre mono”, y formó parte del
multitudinario elenco de “El día más largo del siglo” (1962), con varios
directores férreamente controlados por el productor Darryl F. Zanuck.
Curiosamente, “Dr. No” (1962), de Terence Young, en la que Connery se metió
en la piel del agente James Bond por primera vez, no tuvo de entrada el
éxito esperado; se habló más de la música de Monty Norman y de la impactante
Ursula Andress en bikini que de la película en sí, que sin embargo comenzó a
ser valorada en sus reposiciones y por la explosión que se produjo al año
siguiente con “De Rusia con amor”, también de Young.
La serie Bond prosiguió con “Goldfinger” (1964) -, de Guy Hamilton,
“Operación Trueno” (1965), de Young, “Solo se vive dos veces” (1967), de
Lewis Gilbert, “Los diamantes son eternos” (1971), de Hamilton, y “Nunca
digas nunca jamás” (1983), de Irvin Keshner, su despedida del personaje
luego de 12 años.
Muchas de esas películas podrían contener
situaciones comprometidas en los tiempos actuales, porque las compañeras de
Bond -“Bond, James Bond”, se presentaba- eran mujeres de físicos
monumentales que siempre caían en brazos del héroe, aun las más avispadas,
menos en el caso de Pussy Galore, el personaje de Honor Blackman en “Goldfinger”,
de la que se deslizaba su identidad lésbica en un alarde desacostumbrado
para la época.
Se supo que Connery llegó a hartarse del personaje de Bond -luego
interpretado por George Lazenby, Roger Moore, Timothy Dalton, Pierce Brosnan
y el actual Daniel Craig- y por eso mechó otras interpretaciones entre los
títulos del espía "con licencia para matar”.
Y logró que el público aceptara otros personajes con su rostro, a través de
“La colina de la deshonra” (1965), “El gran golpe” (1971), “Hasta los dioses
se equivocan” (1972) y “Crimen en el Expreso de Oriente” (1974), de Sidney
Lumet, “Marnie” (1964), de Alfred Hitchcock, “Sublime locura” (1966), de
Kershner, “Shalako” (1968), de Edward Dmytryk, con Brigitte Bardot.
La lista de esas incursiones extra Bond es muy larga y abarca títulos
memorables como “La tienda roja” (1969), del soviético Mikhail Kalatozov,
“Odio en las entrañas” (1970), de Martin Ritt, “Zardoz” (1974), de John
Boorman, “El hombre que sería rey” (1975), de John Huston, “El viento y el
león” (1975), de John Milius, “Robin y Marian” (1976), de Richard Lester,
con la exquisita Audrey Hepburn, “Un puente demasiado lejos” (1976), de
Richard Attenborough.
También, “Highlander, el último inmortal” (1986) y “Highlander II” (1991),
de Russell Mulcahy, “El nombre de la rosa” (1986), de Jean-Jacques, “Los
intocables” (1987), de Brian De Palma, “Indiana Jones y la última cruzada”
(1989), de Steven Spielberg.
Es que Connery es un intérprete mayor y como tal fue reconocido con un Oscar
como actor secundario por “Los intocables”, un David di Donatello en 1977,
un premio Cecil B. de Mille en los Bafta 1996, además de numerosas
nominaciones y premios de otras entidades del cine.
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